Narrativa breve by Narrativa breve

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autor:Narrativa breve [breve, Narrativa]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo II

EL caserón de De Arco era enorme, un verdadero palacio que De Arco había recibido en herencia, junto con un título de marqués, poco antes de la guerra civil. De Arco deseó desde su infancia esta casa, perteneciente a una casi inmortal tía-abuela. La anciana se había negado siempre a vendérsela. La mujer de De Arco deseaba también el título de la buena señora; pero la pobre María Elena murió antes de que el título y palacio pasaran a poder de su marido.

—Sólo yo seré marquesa — se dijo Alicia.

En aquel momento tuvo que apoyarse contra los muros del caserón, porque sólo entonces empezaba a darse cuenta del alcance de aquella conversación con De Arco, que acababa de sostener, como tantas otras, junto a la chimenea del despacho de su jefe. Era casi de noche. Un cielo violeta con nubes negras, con alguna tímida estrella, brillaba sobre la callecita antigua. En sordina se oía el rumor de la gran ciudad.

Le empezó a entrar una risita medio histérica en los momentos en que estuvo apoyada junto al muro. De Arco no hubiera reconocido nunca la carita de Alicia, pálida y con los ojos brillantes como los de una demente, debajo del ala de su sombrerito cursi.

Aquella tarde había sido, en cierto modo, la culminación de toda su vida.

Había conocido a De Arco treinta años antes, en efecto. Ella era una criatura asustadísima, tímida y humillada cuando llegó, con muchas y buenas recomendaciones, al despacho del jefe de una importante empresa. Ese jefe era De Arco.

Ahora Alicia recordaba... Nunca había olvidado la primera vez que vio a De Arco... o ¿no era la primera vez?... Lo que recordaba fue el primer día que él le habló, preguntándole cosas de ella misma.

—Usted no tiene aspecto de sufragista, Alicia; ¿por qué trabaja?

En aquellos tiempos era raro, o por lo menos más extraño que ahora, encontrar a una muchacha de buena familia en una oficina.

A ella la había contratado el secretario particular de De Arco, que era amigo de su familia... Había sido un favor; pero un favor merecido. Alicia hablaba inglés y francés; sabía escribir sin faltas en los dos idiomas, y desde la muerte de su padre, tres años antes, estudiaba con voluntad y paciencia mecanografía y taquigrafía. Era una personita muy capacitada.

—El sueldo no es mucho. Pero la empresa es segura.

La señorita encargada de aquel despacho de la oficina acababa de casarse. — Es una gran oportunidad —le explicaron a Alicia.

Alicia estuvo un mes en el despacho antes de ver a De Arco, que estaba de viaje. Para el secretario, que la instruía en sus obligaciones, De Arco era una especie de dios del dinero y los negocios. Alicia lo imaginó los primeros días como un señor muy serio. Sabía que estaba casado y que tenía un hijo. En la mesa de su despacho estaba una magnífica fotografía de aquella mujer —joven y sonriente— y de aquel niño. A De Arco, Alicia no podía figurárselo.

—Es muy exigente, pero atento y bueno — le habían dicho.



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